jueves, 21 de abril de 2016

Ruta Ocaña, Titulcia y Aranjuez

Foto: Sonia Lopez
Una vez más, la magia del misterio se filtra entre nosotros, un encuentro esperado, en una nueva ruta de argonautas, como le gusta decir a Fran Contreras, nuestro peregrino encantador de almas, un viaje meditado para que los sentidos se enraícen en sentimientos, a flor de piel...  acompañados en este periplo de rocíos y lluvias, de gotas saladas que recorren mejillas y de agua filtrada... acompañados digo, por Lorenzo Fernandez, Juan Ignacio Cuesta y Fran Contreras, y junto a ellos tres, todos nosotros, esperando bajo la lluvia en un Madrid de agua, a un autobús que no llega, previendo que de verdad el agua, protagonista de la jornada, nos mojara.
Saludos entre conocidos y nuevas presentaciones, amenizan entre risas y comentarios jocosos de unos y otros la llegada de nuevas y grises nubes, o es la misma que vuelve una y otra vez para recordarnos que es agua lo que vinimos a buscar, llega el autobús, dando vida a esta ruta que quiere empezar a disfrutarse entre todos nosotros y una vez acomodados, expectantes, comienza el recorrido que nos llevará a Ocaña y sus fuentes, Titulcia y su Cueva del Agua y a los alquímicos Jardines de Aranjuez.

Foto: Pablo Colina
El viaje hasta Ocaña es desgranado por ríos de sabiduría gracias a la pericia narrativa de Juan Ignacio, erudito de tantas artes, que, que menos que llamarlo artista de la erudición, trovador del misterio, o epítetos similares que se nos puedan ocurrir. Y así, entre explicaciones de uno y otro lugar que veíamos pasar, demasiados incluso para recordarlos con claridad, llegamos al lugar donde hace mucho tiempo ya, un gran arquitecto, sin reconocimiento escrito, proyectó una obra de ingeniería acuática digna de una mente privilegiada, la "Fuente Grande de Ocaña" atribuida supuestamente a Juan de Herrera, allí nos esperaban las guías encargadas de mostrar esta maravilla a todo interesado en su visita, divididos en dos grupos, comenzamos a disfrutar del paseo intraterreno en compañía del agua, elemento clave de esta construcción pretérita.

Foto: Sonia Lopez
Del enclave puede conocerse información detallada disponible al alcance de todos en diferentes formatos, lo que no se verá en ellos, ni se sentirá, salvo si la compañía es la adecuada, es lo que vivimos allí con Juan Ignacio Cuesta, su voz, sus instrumentos musicales y su saber, pudimos asombrarnos con la correcta distribución de los canales del agua, desembocando en encrucijadas donde lo sagrado prima sobre lo material, vibrar en sintonia con todo el conjunto al escuchar el sonido de la flauta, mientras su música reverbera armoniosa ante el sagrado monumento subterráneo. 

Video: Sonia López

Recorridos sus pasadizos en compañía del rumor de un torrente acuoso, a veces angostos, escuchadas sus leyendas y misterios, de habitaciones secretas y libros malditos protegidos por espectros reconocidos, seguimos camino saliendo al aire libre, donde el Sol otrora escondido entre nubes traviesas nos ilumina el semblante, brillante aún por la satisfacción de lo vivido, dejamos a Juan Ignacio allí abajo con el segundo grupo y cambiamos de anfitriones, para continuar con la visita al conjunto arquitectónico de la Fuente Grande, bajo la tutela informativa de Fran Contreras y Lorenzo Fernandez, que junto a nuestra guía se afanan por explicarnos todos los detalles relativos al uso que de este monumento se hacia y se hace en la actualidad por la población de Ocaña.

Foto: Henry KolmerTiempo es ya de regresar el camino andado, que han pasado las horas y el gusanillo que avisa del momento del ágape está agitándose nervioso, por lo que nos ponemos rumbo al restaurante donde recuperar las fuerzas a golpe de paella y lechazo, buen vino y gaseosa para mejorarlo, del postre mejor no hablamos, sin más comentario que la anécdota de disfrutar de la generosidad del vecino de mesa que celebraba con devoción la degustación de los típicos calsots de cataluña y que muy amablemente nos los ofreció para probarlos, creando un ambiente festivo entre propios y extraños que duraría toda la tarde.

Engatusado el gusanillo de viandas y refrigerios, descansados de una mañana intensa, volvemos a la carretera en dirección a Titulcia, nos espera esta vez en la profundidad del terreno bajo el restaurante del mismo nombre, La Cueva de la Luna, enclave mágico de misticismo templario, bajamos varios peldaños toscamente recuperados al tiempo desde el interior del restaurante para desembocar en una sala circular coronada por una cúpula, hay galerías recuperadas de la ruina aunque solo una es accesible a nuestra curiosidad, denota su estado que está aún en recuperación, con herramientas y escombros aquí y allá que no impiden que la curiosidad nos adentre hasta lo más profundo, en la oscuridad de la boca del lobo, buscando la paz que emana de este lugar.

Al acceder a la sala de la cúpula, en su día el centro de la representación de la Luna Llena, nos espera paciente y deseoso de iluminarnos de saberes nuestro querido Juan Ignacio Cuesta, nuevamente con su voz y la flauta que lo acompaña, y en un ejercicio de resonancia vibratoria propio de esta ruta entona un canto a los allí asistentes que nos traslada a un momento de tranquilidad inusual en los tiempos de prisas y estrés que vivimos, poco a poco los asistentes a esta visita vamos ocupando el recinto lunar, viendo con curiosidad cada rincón, incluso nos permitimos realizar algún pequeño ejercicio de comunicación espiritual, guiados por Lorenzo Fernandez que aparatos electrónicos en ristre empieza a ubicarlos por diferentes áreas del pasillo visitable, a veces a oscuras o con la pequeña candela de
una tímida linterna, que en esta ocasión solo nos devolvió silencio, eso sí, espectral...

Y para finalizar en este lugar de poder ancestral, guiados por nuestros adalides ruteros, realizamos una pequeña aunque intensa meditación personal en la oscura inmensidad de nuestra psique, imbuyendonos de las energías vibratorias que emanan de la misma esencia de la cueva, protegidos por la fuerza de la Luna y su simbiosis con el agua, recurrente elemento de esta ruta.

Foto: Serafín CasasFoto: Serafín Casas
Queda poco del día que comenzó, para mí, al alba, y faltan retos por acometer, por hoy debido al tiempo, no del reloj si no del ambiente, nos queda en el tintero la visita al castillo de Oreja, para otro día quizás, por lo que ponemos rumbo a los Jardines de Aranjuez, alquímicos, adjetivo que evoca tiempos de ciencias aun en pañales, de plantas medicinales y misterios iniciáticos, y es llegar y sentir de nuevo, esta vez en la superficie terrenal, el poder del agua en el entorno, sus fuentes, estanques, fina lluvia, riego esparcido entre raíces, troncos y hojas, un lugar bellamente construido por el buen Juan de Herrera, de nuevo el, para disfrute de todos y conocimiento de unos pocos iniciados, que saben leer las piedras, aunque en esta ocasión para nosotros ha sido un paseo por los jardines reales con las explicaciones oportunas de Juan Ignacio Cuesta, la epopeya de Fran Contreras dando de comer al pavo real y la compañía de Lorenzo Fernandez, mientras paso a paso desentrañabamos el camino que envuelve este entorno natural, otro camino... con la mecanica del corazon, y despues de un día de continuos escarceos con el agua nos queda la sensación de haber sido parte de algo grande, dicen que el agua transporta conocimiento, solo hay que saber grabarlo en su memoria, por eso quizás esta ruta y todos los que en ella estuvimos somos parte de la memoria que este agua transporta, y viajaremos en y con ella allá donde vaya.

Queda el broche final de la ruta, y para esto no hacen falta palabras, solo darle al play... y disfrutar


Video: Inés García López

Gracias a todos por este día, nos vemos en la siguiente.








domingo, 3 de abril de 2016

Verba volant, scripta manent

Un amanecer asoma en el horizonte, un día cualquiera de una rutina alargada en el tiempo, y al abrir los parpados y acomodar los ojos a la luz que llega, un sueño que se difumina en la onírica del momento, hubiera querido ver salir el Sol reflejado en un techo de cristal, abrir los ojos al día con la ilusión de una sonrisa infantil, hubiera querido cerrarlos entre mil tonos carmesí, preludio de luceros que nacen al atardecer, guías de luz para el camino de nuestros sueños, reflejados en tejas transparentes sobre mi cuerpo yacente, hubiera querido flotar, ya de poder querer, entre la suave presencia de tu piel, abrir la mente a la inmensidad del cosmos en un viaje de recuerdos, hubiera querido y por querer, el ego maltrecho vive entre sabanas ajadas y techos de hormigón, en su galera de muros de barro, anhelando poder ver mas allá de esta sinrazón, con la retina aún ocupada por recortes de siluetas difuminadas entre momentos de pasión, teatro nocturno del drama de moda, de un solo histrión.
Y aún espero, sedente, que vuelva a sonar la canción que despierta el alma, sobresalta al contrito pecho, y pone en liza sentimientos contrarios al redil, música velada entre suspiros y silencios que adopta la forma del hastío y el olvido, y su recuerdo... suena en el silencio, eternamente, en el misterio que el Chronos divino guarda en su desvarío.