lunes, 30 de mayo de 2016

Ruta a Cantabria y algo más...

Viene siendo habitual que después de una ruta en busca del misterio con nuestros amigos de @revistaENIGMAS me ponga delante de esta pequeña pantalla de un viejo portatil a aporrear las teclas que dibujaran en el éter digital las experiencias vividas, cada vez más intensas. Ésta nueva ruta que nos reúne de nuevo a buenos amigos y a otros que serán nuevos, discurre por tierras Cántabras, Santillana del Mar y su Neocueva de Altamira, San Sebastián de Garabandal y sus misterios, Liérganes con su leyenda del hombre pez, y un pequeño atisbo en el Valle de Iguña para ver la casa donde se rodó la famosa película "Los Otros", que aunque nos hubiera gustado visitar, al haber escogido la opción de viaje en vehiculo particular cambiamos por una visita más detallada del hermoso pueblo de Santillana del Mar, para desde allí poner rumbo a nuestro destino inicial.
El comienzo de este viaje, de camino al encuentro con nuestros amigos, nos llevó primeramente a visitar otro bello lugar, y es que Cantabria ofrece innumerables rutas de las que disfrutar, adentrándonos en otro misterio, la mina-cueva de El Soplao, un lugar con una singular belleza que es aconsejable visitar, descubierta a principios del siglo XX a consecuencia de la actividad minera de la zona, una auténtica maravilla de la que nos despedimos para seguir camino hasta el destino que nos aguarda impaciente, o son las ganas de llegar lo que nos impacienta.


Y llegamos al hotel, al reencuentro con los amigos que iban llegando y esperando a que llegaran los demás, porque lo grande de estas rutas, además de conocer lugares fantásticos es disfrutar de la amistad y compañía de personas de toda la geografía española con las que se comparte afición y destino, además de empaparnos de la ingente información que nos brindan los anfitriones de estas rutas apadrinadas por el misterio.

Aún no lo he dicho pero esta vehemente espera se producía durante la tarde-noche del viernes 20 de Mayo, en Suances, el hotel es el Costa Esmeralda Suites, una acogedora edificación en piedra y madera situada casi a pie de playa, que ha cumplido con creces las labores de lugar de reposo en estos días de inusitado desgaste físico.
Llega el grueso del grupo, en autobús desde Madrid, momento de reencuentros y saludos, cansancio que el viaje es largo; nos esperan en el comedor para después de un frugal ágape, disfrutar de la esperada charla de Francisco Renedo sobre los misterios de San Sebastián de Garabandal, localidad que visitaremos al día siguiente. Estuvimos escuchando sus estudios sobre los sucesos que allí ocurrieron, las entrevistas que realizó a las personas del pueblo que pudo localizar, su opinión personal de lo sucedido, todo ello sintetizado en su libro, El Enigma Garabandal, escrito con rigor y una gran curiosidad innata por lo acaecido. Terminada la charla los rostros delatan el cansancio general y se hace necesario el tiempo del descanso, cada cual a su manera, y poco a poco vamos despidiendo la jornada.
Arranca una nueva jornada, relajados, el plan del sábado se inicia después del desayuno, Santillana del Mar espera que disfrutemos de su Neocueva, copia exacta de la original de Altamira, realmente es una obra de arte realizada con mimo hasta el último detalle y evolucionada con tecnologías digitales para facilitarnos el entendimiento de la forma de vivir en esas épocas.
Afortunadamente para nosotros, inconformistas del conocimiento ortodoxo, íbamos guiados por Fran Contreras que siempre tiene ese punto de ver lo que otros no intuyen, pudiendo disfrutar con sus explicaciones, de esa otra parte de la cueva que la modernidad no es capaz de copiar, que no es otra que la magia que se destila por cada una de sus grietas, recovecos, en la profundidad de la cueva, en su corazón más recóndito.
Pudimos llegar al finalizar la visita, hasta la entrada original que permanece cerrada a cal y canto, tratando de vislumbrar la verdadera esencia de ese lugar por esa pequeña abertura, excelente fondo de la que será nuestra foto de grupo en esta ruta por tierras Cántabras.

Continuamos viaje, se acerca el momento de lo que creo coincidir con todos, será la mayor experiencia de esta ruta, aunque antes tenemos parada de avituallamiento, en esta ocasión será en la Posada "Camino de Altamira", una francachela contundente como corresponde a la zona, que además nos recargará de energía para subir la empedrada pendiente que nos aguarda en nuestra próxima visita.


San Sebastián de Garabandal. Quizá en otro momento merezca un post para el solo, hay cosas que contar sobre este lugar que así lo podrían requerir, por el momento en base a mi primera experiencia en este viaje trataré de resumir lo acaecido allí que por otra parte está muy documentado en varias publicaciones como el libro mencionado anteriormente de Francisco Renedo. 
Llegamos a Garabandal sorteando las gotas de una tenue lluvia que nos perseguía durante todo el día, nada más bajar del autobús paraguas en mano, pudimos observar una pequeña aldea rural
enclavada en plena sierra de la Peña Sacra, en el que predomina la piedra y la madera como elementos constructivos, hay viviendas con escudos nobiliarios tallados en piedra, posiblemente recuperados de otras construcciones anteriores y diferentes piedras con grabados de elementos decorativos propios de épocas medievales, flores, cruces, etc.. que desconozco si su procedencia es del lugar o traídos de otras zonas, aunque de un aparente estilo románico.
Nos encaminamos hacia el lugar mágico, donde los árboles protegen la Teúrgia que emana libre, como un crómlech vivo, hay una abrupta subida por una pendiente de cantos rodados, piedra húmeda que hace de la subida una pequeña penitencia, y mientras subimos de forma
pausada, tentando las fuerzas para no perder el hálito, emulamos el recorrido caminando por los lugares por donde las niñas de Garabandal lo hicieran en trance, hace ya muchos años.
Mientras subimos, nos adelantan raudas monjas garabandalistas, la costumbre supongo o la juventud, se pierden en la distancia, mientras seguimos avanzando, al llegar al abrigo de los árboles una letanía de fervor religioso nos recibe, aunque personalmente, la esencia propia de la misma tierra que nos sustenta denota una paz que hace innecesario cualquier rito... y allí nos quedamos, empapados de sentimiento, abrazados a nuestro destino mientras dure esta intensa visita, y su recuerdo, aquí, en este momento y lugar cada uno podrá exponer su propia experiencia vivida, que las hubo, y tantas que hacen que no haya necesidad de dar mas respuestas que la propia experiencia sentida.


Una vez abajo de nuevo, en el pueblo, realizamos una pequeña visita turística, al bar, las tiendas de souvenirs son solo de articulos religiosos, algunas fotos y el regreso al hotel, con las energías renovadas y el ánimo en su punto más alto, aún nos queda una sorpresa, la charla que nos dará Mariano Fernandez Urresti, licenciado en historia, escritor, un hombre singular con quién, después de celebrar nuestra última cena en esta ruta, tuvimos el gusto de compartir tiempo y charla, un gran bagaje de libros publicados preceden cualquier presentación, que no es óbice para que tanto Lorenzo como Fran alabaran su persona, y es que irradia ser buena persona, aunque como él mismo diría momentos después, el listón quedó muy alto, su exposición requeriría un esfuerzo extra para sobresalir entre tanta expectativa, así que empezó a hablar y sus experiencias, en Garabandal, con los ovnis, en su tierra, en general, nos tuvieron literalmente pegados a las sillas absortos como niños sorprendidos por la magia del momento. Al finalizar la charla, cerca ya de la madrugada, hubo quien quiso esperar a ver salir el sol al arrullo de las olas del mar y quién prefirió esperarlo entre sábanas, nuestra ruta llegaba a su recta final, desayuno tonificante y nuevamente en marcha, que Liérganes espera que vayamos a desentrañar la leyenda de su Hombre Pez.
Último tramo de autobús con nuestros compañeros de viaje, destino la leyenda del hombre pez de Liérganes, la historia transcurre a mediados del siglo XVII, nos cuenta las vicisitudes de Francisco de la Vega, oriundo de Liérganes, que por diversos azares del destino desapareció un buen día en la ría de Bilbao cuando había decidido darse un baño en ella, apareciendo varios años más tarde en Cadiz, unos pescadores lo atraparon con sus redes constatando su apariencia anfibia, por las escamaciones corporales, su desenvoltura acuática y probablemente un poco de superstición popular, después de diversos estudios e interrogatorios, es devuelto a su lugar de origen, haciendo de su vida la leyenda que hoy conocemos, más extensa que este pequeño resumen y que se puede ampliar siguiendo este enlace. Recorremos el pueblo como turistas que somos, camara en mano, fotos, compra de souvenirs, refrigerio con los amigos, es la hora del vermouth para los que tenemos costumbre, una fugaz visita al
mercadillo y con los deberes cumplidos, el retorno al autobús, en breve estaremos despidiéndonos de nuestros compañeros de viaje, una parte toma rumbo a Madrid, pasando por el Valle de Iguña, otros, los que viajamos en coche, cada uno a su tierra, aunque para nosotros se hace necesario una nueva parada, y esa es la ventaja de viajar sin tiempo, para disfrutar de la belleza de Santillana del Mar, un pueblo de singular belleza que puesto que la tarde resplandece ante un sol casi ausente durante el fin de semana, nos anima a dedicarle el punto final como broche de oro de esta maravillosa ruta por tierras cántabras.
Llegamos a buena hora, la de comer, disfrutamos del festín en un pintoresco restaurante situado en una estrecha callejuela, al terminar caminamos por las empedradas calles de Santa Illana, nombre original de Santillana del Mar, como es de rigor, el paseo nos lleva a las tiendas de regalos y productos típicos, las fotos en la
colegiata, que no pudimos visitar por estar cerrada, al igual que el resto de monumentos, por lo que fue una visita exterior, y más rápida de lo esperado, nos cruzamos con grupos de gentes que gaita bajo el brazo entonaban canciones tradicionales y grupos de turistas extranjeros embelesados con las explicaciones de sus guías, familias al completo caminando o oriundos prestos a abrir sus negocios, en definitiva, un puzzle de sensaciones que se fusionan a las anteriormente vividas y aún latentes que provocan con su ausencia la necesidad de disfrutar de una nueva ruta, porque el propósito que quizá pretendemos obtener de estas rutas, es acumular sensaciones, que nos permitan ver la vida con los ojos del niño que todos llevamos dentro.
Y para terminar, quiero agradecer a Laura Falcó y su equipo de incondicionales el esfuerzo ímprobo realizado por todos ellos para que estas rutas sean algo más que el mero disfrute de un acto afín a nuestra afición por el misterio, convirtiéndolas en un lugar de encuentro de amigos.
La foto de grupo, delante de la entrada original de la cueva de Altamira.