domingo, 3 de abril de 2016

Verba volant, scripta manent

Un amanecer asoma en el horizonte, un día cualquiera de una rutina alargada en el tiempo, y al abrir los parpados y acomodar los ojos a la luz que llega, un sueño que se difumina en la onírica del momento, hubiera querido ver salir el Sol reflejado en un techo de cristal, abrir los ojos al día con la ilusión de una sonrisa infantil, hubiera querido cerrarlos entre mil tonos carmesí, preludio de luceros que nacen al atardecer, guías de luz para el camino de nuestros sueños, reflejados en tejas transparentes sobre mi cuerpo yacente, hubiera querido flotar, ya de poder querer, entre la suave presencia de tu piel, abrir la mente a la inmensidad del cosmos en un viaje de recuerdos, hubiera querido y por querer, el ego maltrecho vive entre sabanas ajadas y techos de hormigón, en su galera de muros de barro, anhelando poder ver mas allá de esta sinrazón, con la retina aún ocupada por recortes de siluetas difuminadas entre momentos de pasión, teatro nocturno del drama de moda, de un solo histrión.
Y aún espero, sedente, que vuelva a sonar la canción que despierta el alma, sobresalta al contrito pecho, y pone en liza sentimientos contrarios al redil, música velada entre suspiros y silencios que adopta la forma del hastío y el olvido, y su recuerdo... suena en el silencio, eternamente, en el misterio que el Chronos divino guarda en su desvarío.

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