jueves, 13 de octubre de 2016

El elixir de los dioses

Llevaba tiempo con la curiosidad rondando, la verdad es que mi cerebro está demasiado activo, al menos la parte que me domina, que lo lei en un articulo sobre cerebros que Mamen Delgado compartió en beBee, así que en un momento de relax temporal me puse manos a la obra. La idea nace viendo como un fraile, en una película ambientada en la edad media, elabora un elixir que él considera divino a partir de la miel de sus abejas, que resultó ser una bebida alcohólica por fermentación, de porte similar a la cerveza y sabor similar a un vino blanco suave con ligera aguja, mi pequeña cocina se convirtió de repente en el provisional laboratorio del mismísimo Doctor Hyde o Jekyll ¿quién es quién?, con garrafas de varios tamaños de las cuales salían tubos enredandolo todo.
Había leído documentación sobre este maravilloso elixir perdido en el tiempo, o desplazado por bebidas más espirituosas de mayor calado entre el consumidor exigente, procesos, ingredientes, resultados... varias pruebas con diferentes tipos de miel que arrojaron resultados sorprendentes, miel pura, no la mezclada que venden en los comercios, directa del apicultor, de tonalidades diametralmente opuestas, hasta que dí con la fórmula magistral, la que hace volar la imaginación, aseda los sentidos y adormece el entendimiento.
Por supuesto, ya sabéis que me estoy refiriendo a la hidromiel o aguamiel, antigua bebida obtenida por la fermentación de la miel en
una solución de agua y levaduras, sin más o con botánicos que la perfumen, muy típica en sus tiempos en la europa norteña, que por azares del destino fue sustituida por el fruto de la vid, pasando la primera al olvido, siendo escasamente recuperada por tradiciones familiares o consumidores ocasionales y con poco calado comercial.
No es un producto difícil de elaborar, siempre que se sigan unos criterios mínimos de higiene y control del proceso de fermentación, se consigue en apenas 20 o 30 días, obteniendo como premio de este proceso, este liquido tan sugerente y embriagador, un placer de sibaritas, casi una medicina para el cuerpo y el alma.
Y dicho esto, ahora me encuentro en la tesitura de promover el consumo de esta gran bebida, preparando un plan de viabilidad que de coger cuerpo podrá darle un giro laboral a mi vida, o seguir camino, aunque acompañado, de cuando en cuando de un botellín fresquito de la hidromiel que quiso enamorar a los dioses y se quedó entre los humanos.

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